Actions

Work Header

Rating:
Archive Warning:
Category:
Fandoms:
Relationship:
Characters:
Additional Tags:
Language:
Español
Stats:
Published:
2020-04-09
Completed:
2020-05-02
Words:
31,605
Chapters:
26/26
Comments:
91
Kudos:
82
Bookmarks:
2
Hits:
1,732

Noémie y Adèle

Summary:

Las actrices Noémie Merlant y Adèle Haenel se enamoran durante el rodaje de Portrait of a Lady on Fire en pocos días.

Esto es solo un homenaje a la maravillosa historia de amor que todas hemos visto desarrollarse durante la promoción de la película Retrato de una mujer en llamas. Sin saber si es solo una fantasía colectiva, provocada por nuestro deseo de que ocurra, o es la realidad.

ACTUALIZADO:
La segunda parte de esta historia se titula "Céline y Adèle" y ya estoy publicando los capítulos. Disfruten 😉

twitter: @aldeana74102066

Chapter Text

Se quita la blusa. Está de espaldas.

Observo dos lunares vistosos y paso los dedos por encima de ellos. Sin pensar. Ella se da la vuelta para mirarme. No esperaba mi mano en su espalda.

Céline entra en la habitación. Vamos a filmar el beso en la cueva y viene a decir que está todo preparado. Pero Adèle no está preparada, todavía se está vistiendo.

– Hay que darse prisa. En una hora sube la marea, informa Céline, y nos deja a solas.

Adèle me mira mientras se viste. Me observa con curiosidad. ¿Por qué la he tocado? Pero no me pregunta, no todavía. Hay una reserva entre las dos, una reserva que yo me empeño en romper lo antes posible. Pero es que la noche anterior en la playa, ella colocó su mano en mi muslo, distraídamente, dos veces. Es verdad que habíamos bebido y que es normal dejar la mano descuidadamente en la pierna de la persona que está a tu lado.

No es tan típico, sin embargo, que te acaricien la espalda desnuda, sin venir a cuento, cuando te estás cambiando de ropa. Pero no le ha molestado. Su mirada me sonríe, aunque no dice nada.

Me gusta su cuerpo. Me gusta su espalda, sus hombros, sus manos. Intento no detenerme mucho en todos los detalles, para no incomodarla.

– Tienes dos lunares en la espalda, ¿sabes?

Ella sigue sonriendo, mientras acaba de vestirse.

– ¿No vas a ayudarme?

Estoy loca. No sé cómo me he atrevido a hacerlo, a tocarla sin excusa. Loca, loca. Loca por ella. Nunca había sentido algo así antes. Esta especie de impulso suicida, de pasar por encima de todo, de no pensar en nada más que en ella a todas horas. Ahora sabe que la deseo. Si es que lo dudaba.

No sé cuál de las dos va a dar el primer paso, pero sé que a ella también le ocurre. Quizá ella no lo muestra tanto como yo, porque Céline está cerca. Me parece que ya no están juntas, pero no lo juraría. Por mi parte, me da igual todo. Cuando puso su mano en mi pierna en la playa, me sentí dichosa. No sentía nada más que su mano. Las voces alrededor eran un rumor sin sentido, me concentré en su mano tanto que olvidé que estaba hablando con alguien y era imposible mantener una conversación conmigo. Fingí que estaba un poco borracha. Era mentira.

¿Me siente temblar? ¿Se da cuenta del efecto que tiene en mí? Estoy segura de eso.

– ¿Bajamos a la playa?, dice, cuando ha terminado.

– Sí.

Vamos las dos como autómatas, repasando en la cabeza lo que nos ha dicho Céline. Vamos vestidas de Héloïse y Marianne, pero yo besaré a Adèle y ella besará a Noémie. Las dos llevamos esos velos cubriéndonos la boca, con la excusa de protegernos del viento.

Primero rodaremos la bajada a la playa, ella agarrándose de mí y yo de ella, “colaborando” para bajar, porque según Céline, nadie adoptará el rol masculino-protector, tampoco Marianne. En la película ese rol no existe.

Céline, por las noches, delante de una botella de vino y queso, nos explica cuál es el propósito:

– No se trata de que una mujer tome  el rol típico que siempre ha tenido el hombre. No se trata de salvar a nadie ni de vencer a los malos. Aquí no queremos eso. Eso es quedarse a medio camino del cambio. Lo que hay que hacer es eliminar ese rol de salvador y de salvada, eliminar la dinámica del conflicto.

Esas palabras me bailan en la cabeza mientras nos ayudamos mutuamente a bajar a la playa. Héloïse mira a Marianne, Marianne mira a Héloïse, alternativamente, y las miradas nunca se encuentran. Es así. Céline ha dicho que debe ser así y hemos interiorizado la coreografía, nuestro paso de danza en las rocas, mientras bajamos a la arena.

Ahora, Adèle se adelantará y yo la seguiré. Ella se adentrará en las rocas, buscando el refugio del viento, buscando el lugar desde el que esperarme. Yo la seguiré a distancia, sus huellas en la arena, su figura delante de la boca de una cueva, como una Eurídice invitándome a bajar al infierno. Me acerco lentamente, contando en mi mente los pasos, siguiendo el ritmo, como un metrónomo que Céline me ha puesto dentro. La marea sube. Grabaremos esta escena tres veces.

Cuando volvemos al apartamento, estoy pensando en ese beso. Ese beso que nos hemos dado por triplicado. Sigo saboreándolo en mi boca. Como soy introvertida, puedo quedarme así, sin llamar la atención, pero estoy pensando en ese beso descaradamente.

– Ven, me dice Adèle, que se da cuenta de que me vuelve loca y no quiere dejarme en paz.

Ahora tenemos libre. Ya ha anochecido, ya hemos grabado suficiente por hoy. Parece una niña feliz. Grita:

– ¡Vamos a cambiarnos!

Y corremos hacia la casa. El resto de la grabación será en la ciudad, así que la gente quiere aprovechar la playa. Esta noche volveremos a hacer corro junto al fuego. Volveremos a ver los restos de sol iluminando el horizonte, volveremos a beber. Me pregunto si esta vez, de nuevo, Adèle buscará sentarse a mi lado y colocará su mano premeditadamente. Me pregunto si lo haré yo. Lo vivo todo como una aventura loca.

– ¿Te vas a bañar?, me pregunta.

Miro dentro de sus ojos azules y verdes, es como si me hubiera zambullido en ellos. Sonrío estúpidamente.

– Ok, me voy a bañar. Pero no sé si nos enfermaremos.

– Bah, no tengas miedo. Saldremos enseguida y nos abrigaremos bien.

Muchos se bañan desnudos. Adèle también. Yo también lo hago. Me quito la ropa. Ella ya está en el agua. Es un ritual, ¿sabes?, me ha explicado. No sé si habla en serio. Sonríe todo el tiempo. Un ritual bañarse en octubre en el mar, sin ropa. Significa que empiezas una vida nueva.

Me meto en el agua fría gritando. Todavía no sé lo que me espera, pero en el agua oscura, en la oscuridad de la noche en la playa, ella me abraza un momento y siento su cuerpo pegado al mío. Y no quiero que se separe. Durante unos segundos me siento morir.

Céline también viene a bañarse. Ahora estamos todos en el agua. Me doy cuenta de que Adèle se separa de mi, mantiene las distancias. Me deprime pensar que siguen juntas. Salimos del agua. Yo primero. Me seco y desde la orilla las observo: ¿ellas están juntas en el agua, se besan, se tocan? Vigilo como un marido celoso. Me seco y me visto deprisa, y me meto bajo una manta. Cuando Adèle sale y llega adonde yo estoy, me pregunta si no pienso compartir la manta.

Otra vez, esa noche, nos sentamos juntas. La gente juega a las cartas, se cuenta anécdotas, chistes. Adèle está exaltada, como es ella, está feliz y es tan intensa, pero no se mueve de mi lado, bajo la manta. Noto su cuerpo a pocos centímetros del mío, y otra vez tiene su mano apoyada en mi pierna. Interpreto todo esto como una confirmación de lo que yo deseo: le pasa lo mismo que a mí, no quiere que nos separemos en todo el día y en toda la noche.